Durante la mayor parte del siglo XIX manifestaron sus protestas mediante procedimientos de tradición centenaria. Estos motines se fueron politizando a lo largo del siglo ya que los liberales, los demócratas y los republicanos invocaban la acción justiciera del “pueblo” contra el mal gobierno para promover cambios políticos. Algunas zonas se industrializaron y el sistema político liberal, después democrático, se implantaba, se difundieron las ideas de la Revolución francesa. Los trabajadores empezaban a utilizar nuevas formas de lucha y organización que formaron el Movimiento Obrero en su doble faceta sindical y política.
EL desarrollo del Movimiento Obrero empezó en las primeras décadas antes de la Revolución de 1868 (Gloriosa) cuando aparecieron las primeras protestas espontáneas de obreros industriales, dirigidas a través del ludismo. Este movimiento consistía en destruir las máquinas que simbolizaban el progreso y las que culpaban de la pérdida de los puestos de trabajo. Se produjeron motines ludistas en Galicia y en Alcoy, pero los más graves tuvieron lugar en Cataluña que estaba más industrializada (incendio de la fábrica Bonaplata 1855). A partir de la década de 1840, la protesta de los obreros catalanes derivó hacia la creación de agrupaciones que los defendían como la Asociación de Protección Mutua de Tejedores de Algodón. Desde 1839 se autorizaron las sociedades de socorro mutuo y en Cataluña se produjeron huelgas organizadas como la huelga general de 1855.
Durante el Sexenio Democrático (1868- 1874) se observó la desconfianza de los trabajadores hacia la democracia y la República. Los obreros utilizaron dos vías reivindicar sus derechos: la acción directa con la convocatoria de huelgas y la creación de sindicatos o sociedades de resistencia; la acción política mediante elecciones, actos multitudinarios y partidos de masas.
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